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Gesualdo

igual que tú no te separabas de Mallarmé,
           yo no me separo de ti

como el chamán con el saquito de huesos
lanzo al aire tus versos, musitados
como embocando la palabra de dios,
para caer alegremente, cuasi cloqueando,
tobillos de infancia en el recreo
que chocan y chocan sin más estridencia
            que un ah!, o un oh!

con la dulzura de lo desconocido e inocentes
heridas costras y quemaduras, como
huellas en la nieve que de pronto
                desconoces
los huesos blancos de los niños son
oraciones del señor que acunadas
resucitan a los muertos y tentan a los ciegos
                en su visión

blanca nieve de la página
que incitas la memoria y la locura,
deja en tu vientre helado la última palabra
el último exorcismo
              la última infamia
que todo poema contiene
el príncipe da venosa flagelado
              por los sirvientes