estas palabras que se nombran a sí mismas
son su propio espejo y carne
y mediante este sortilegio nacen,
yo solo las pronuncio, y al hacerlo me engaño
pues caen de mi boca
y el espejo se vela y sobre su niebla, opalina
aparece escrito el poema
ruido de perfil, de mi yema, ya viva
luego, amanece,
y el sol con su mano pura
toda niebla elimina, palabra o velo,
el poema permanece, recodificado en la arena
del vidrio
como Venus en la piedra o
Dioniso en el vino, antes de nacer,
y así el tiempo decae,
la casa y el licor derraman un canto que
se nombra a sí mismo ceniza,
ceniza arrojada al río del sonido
sin forma ni reflejo de lo que un día
quizá, dijo:
no atrapé pájaros en los cañaverales
ni forniqué en los sagrados lugares,
no contaminé los panes de dios
ni apagué en su calor un fuego,
Oh Maat,
para reconstruir el poema
no besé tu boca ni tu lengua
solo lamí lo negro de la página
su cadaverina, su agujero,
y levanté un templo a mi nombre:
regurgité de la boca mi existencia,
doblándome en la nada del sentido
y me vi postrado, herido,
en el gusano de mis pensamientos
estas palabras que se nombran a sí mismas
son ahora mi propia carne
y son mi espejo
que en este tiempo circular prescribo,
lo acerco a mi nariz y lento
respiro
para que
mi corazón viva
no atrapé (...) un fuego, y lo acerco (...) corazón viva, textos adaptado de los 42 mandamientos de Maat y su mitología.