la milagrosa llaga de su cuerpo
me llamó al silencio,
quitaos los disfraces, dijo,
estoy algo asqueada
de la herrumbre de este país
¿es que aquí no hay nadie despojado!
yo soy una espina sin rosa,
soy
su rendido enemigo,
soy el culpable de la lluvia débil
y esto es una advertencia:
cuando el reloj dé la una en la torre
la pólvora correrá en el aire
correrán los aromas de la caída
en el eco de una arquería,
y un lienzo oscuro de Rivera
derrumbará su carne sobre la mesa,
y la santa, el guardia y el cerdo,
ilustres títulos de esta patria,
se ahogarán en vino sagrado y mierda
yo soy la flor más hermosa,
el sabio de los consejos,
la piedra angular de la iglesia en ruinas,
la confesión de un hombre sarnoso
que no quiere hablar
y muerde la lengua y la tinta
de un cuervo
en la galería iluminada
siete mujeres desnudas rodearán un toro,
y así convocado el silencio,
sólo el animal tendrá la palabra,
junto a la pólvora,
junto a la húmeda llaga de mi cuerpo,
y entre tanta ropa deshabitada
hongos de pasadas explosiones
se pudrirán en la tierra,
y quedará el verbo en la ceniza,
como harapo de piel
que muda el tiempo
La imagen de la santa embaucadora de la película Trágala, perro (Antonio Artero, 1981), excitó en mí este poema.