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Giù, definitivamente

Giù, definitivamente,
dice dios con un cigarro en la boca,
y tira de la cuerda de Guido,
atado entre las nubes
sobre la playa

un pájaro negro
un hermoso pájaro desplegado
aparece contra el suelo de piedra,
lejos del sueño en vuelo,
del alma compartida que no se detiene
ni para amar

aceptando la caída del ángel,
el cielo derrumbado,
el pájaro en mi mano es la tinta de un poema
que no sabe qué expresar,
es Guido atravesado
por el látigo de vivir

palabras al humo de incienso,
al quiebro en vuelo del pájaro herido
a un ápice de mi pensamiento
y, sin embargo, tan lejos,
al desorden de los cuadros de una vida
como un tren lejano en la noche,
a la mirada, sí, a la mirada
del pájaro desvalido en mi mano,
al abandono de sus alas abiertas al frío

esta es la sombra que cae sobre la página
como la baba negra en la almohada,
sombra de una posibilidad incierta
y un ardiente desafío

Giù, definitivamente (Abajo, definitivamente), es la frase que, en la película de Fellini, Ocho y medio, el personaje del productor dice mientras tira de la cuerda que el protagonista, el director de cine Guido Anselmi, lleva atada al tobillo mientras sueña que vuela entre las nubes.

Un vencejo caído en un patio, quizá joven, magnífico, desarrolla la mayor parte de su vida en vuelo, incluso el sueño y la cópula.