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Un agua verde

—Instrucciones para un juego—
mujer en ligueros sentada en un sofa de un escaparate

UN AGUA VERDE



las instrucciones del juego están bien claras
¿ves?
todas las cosas del mundo pasan delante de ti,
pero la imaginación es tu soledad
y el látigo del deseo te parece brillante,
míralo, ese blanco que siempre deslumbra
y que apenas soportan tus ojos,
ahí está,
como una promesa
como una invitación
como un dios de nácar pulido,
en el lado oscuro de la sociedad,
junto a los insectos y la moral,
míralo bien

un cuerpo en el calor de la noche
con la sola misión de morder las miradas
feliz, dulce como un matrimonio
que se consuma en la pleitesía,
—la propia Circe, un día,
divagando en su estudio,
señaló, con cierto escepticismo,
al mensajero que le trajo a la vista
la pobreza y la devoción,
e hizo de él un gusano y una hierba
para que se devorase a sí mismo,
y del ambiente familiar
un agua verde—

en este mundo,
hay que comenzar por escuchar
el ruido de los bichos fornicando bajo las hojas,
la santificación del amor que esconde la muerte,
el discurso natural
y su terrible hablar, su boca oscura,
el recóndito y apagado eco de pasos que se olvidan,
su diamante negro y su aliento
también

bellísima mía,
imagino las líneas rectas de la tapicería
amoldándose a tu culo resudado,
el calor de todo un día de trabajo esclavo
impregnado en la tela de la butaca,
infraleve, como un ojo escondido,
la desesperación que no conoces
revolviéndose en tus tripas
y el humo de tu boca escribiendo en el aire
tu nombre
oh bellísima mía,
mira cómo trepa ese olor por las paredes,
cómo se regodea indolente ante mi esquina,
cómo en mis ojos crea tu figura,
cómo amasa este pan


la locura del hombre occidental,
la locura que nunca descansa en la tierra,
que incluso levanta arte y religión
ante un cadáver o un escarabajo,
se esconde a meditar la sal de la vida en una cueva,
el olor del placer criminal en su desazón,
guardado con seguridad en el estómago de los hombres,
es la madre que corre hacia el hijo
y regresa herida de noche y azucenas
¿quién dijo que seamos libres?
oh belle storm
oh plañideras del fracaso
oh adoradores del cactus y la espina

ahí están las instrucciones,
en esta cosa que sujeto en mi mano,
mírala, bellísima mía,
vela girar como una peonza
a tu imagen y semejanza,
mírala bien,
así giras tú en mi cabeza,
bésala ahora,
es la resignación
el cojo albedrío y su interpretación del mundo
arrastrándose por el suelo con los gusanos,
bajo las hojas, las farolas y los periódicos,
en este mundo
in questo mondo
donde parecemos estar

Este texto es fruto de la traducción incongruente de algo que no entiendo, la letra de la canción Opus Day Pistorum, de Porno Teo Kolossal.